Lagos, ríos y mares reflejan, como si fueran espejismos, las imponentes siluetas de estas tres fortalezas de tres países distintos de Europa, que se erigen en enclaves tan históricos como idílicos para cualquier fotógrafo y para cualquiera que no lo sea.
Las Highlands son un territorio de mitos y leyendas que cobran vida en sus castillos, imprescindibles en el brumoso paisaje escocés. Algunos se mantienen en buen estado, otros han sido reconvertidos en alojamientos y los hay que preservan sus imponentes vestigios en un bello entorno natural. Así sucede con el castillo de Eilean Donan, uno de los más notorios de Escocia. Situado cerca del pueblo de pescadores de Dornie, fue construido en el siglo xiii sobre un islote del lago Duich que está unido a tierra firme por un puente de piedra. El interior conserva la cocina, los salones, los dormitorios y las mazmorras, haciéndonos viajar en el tiempo. La mágica belleza de su localización ha sido utilizada en diversas películas como «Los inmortales (1986)» y «La boda de mi novia (2008)«.
El Valle del Loira es una de las regiones más seductoras de Francia. Empezó a poblarse de castillos durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453), cuando el rey trasladó la corte al campo, aunque vivió su esplendor un siglo después como destino de recreo. La ruta de los castillos reúne entre Blois y Tours los más refinados, con Chenonceau como el más destacado. Su apodo es «el castillo de las Damas» pues en su construcción intervinieron hasta seis mujeres que lo habitaron a lo largo de cinco siglos: nobles, reinas y favoritas como Diana de Poitiers, quien añadió las partes más imaginativas: los jardines y el puente con galería sobre el Cher. La visita muestra cocinas, gabinetes y dormitorios que descubren el gusto personal de sus moradores.
Suiza guarda uno de sus enclaves más idílicos a orillas del lago Leman, en las afueras de Montreux. El castillo de Chillon fue construido en el siglo xiii para liderar la línea de fortificaciones que vigilaban las rutas por los Alpes, siempre presentes en el horizonte. El interior de Chillon, abierto al público, está repleto de historias y leyendas. El castillo se hizo famoso de la mano de Lord Byron (1788-1824) quien, fascinado por su silueta flotando en el agua, le dedicó su célebre poema El prisionero de Chillon, basado en François Bonivard, un sacerdote del siglo xvi que pasó años preso entre sus muros. La elegante localidad de Montreux se alcanza siguiendo un sendero de 2 kilómetros que bordea el lago y zigzaguea entre las laderas cubiertas de viñedos.
Espero que os gusten.
Fuente: National Geographic