Dime cuántas fotos has hecho y te diré cuantas vicios tienes. Producto de un mal aprendizaje o un exceso de confianza, los fotógrafos hemos acumulado con el tiempo unas cuantas manías de las que no sólo no sabemos salir, sino que ignoramos que las sufrimos.
Los experimentos que los haga otro. Muchos fotógrafos nos aferramos a lo que conocemos y no vamos más allá de lo que hemos aprendido en nuestros primeros pasos fotográficos. No usamos las velocidades lentas por miedo a trepidaciones, nos negamos a utilizar flashes separados de la cámara y no concebimos hacer exposiciones múltiples. Formamos así un círculo vicioso del que no sabemos salir: no experimento porque lo voy a hacer mal, y como lo voy a hacer mal, no experimento.
El modo manual es para los profesionales y los automáticos, para el resto. Todos los modos de la cámara tienen un sentido y una ocasión -o varias- para ser utilizados. Desde hace algunos años, muchas cámaras ofrecen modos de trabajo manuales, y no son pocos los aficionados que se niegan a utilizarlos con la excusa de que «eso es para profesionales«. Por su parte, la falsa creencia entre los profesionales de que los grandes fotógrafos utilizan sólo el modo manual ha hecho del modo programado (Modo P), una alternativa apestada a la que cualquier profesional que se precie afirma no recurrir.
Antes de que hubiese pantallas todo era oscuridad. Desde la llegada de las cámaras digitales nos hemos acostumbrado a escudriñar la toma en la pantalla nada más realizarla hasta el punto de obsesionarnos con ella. Este monitor actúa para muchos fotógrafos -independientemente de su estatus- como un tranquilizante del que se abusa hasta convertirlo en una adicción. En no pocas ocasiones disparamos una toma de prueba y corregimos en base a ella, olvidándonos de componer y medir mentalmente para tener la foto en la cabeza antes que en la tarjeta.
¿Manual de instrucciones? ¿Qué manual de instrucciones?. Los libros de instrucciones que se incluyen con las cámaras suelen ser infumables, aburridos, demasiadas veces mal traducidos y difíciles de leer. Pero tenemos que hacerlo. Las cámaras ofrecen mil funciones, algunas de las cuales nos pueden salvar una foto. Limitar el rango de sensibilidades o impedir que la cámara pase de tal velocidad, grabar fotos de una tarjeta a otra -prestación de valor incalculable para los fotoperiodistas- u ocultar una imagen para que parezca que no se ha tomado son pequeños detalles que no está de más conocer.
La saco de la caja y empiezo a disparar. Al contrario de lo que muchos piensan, una cámara, cuanto más avanzada, más preajustes exige. Muchos fotógrafos creen que las cámaras de gama alta pueden utilizarse con sólo sacarse de la caja, y eso no es así. Una SLR incluso de gama baja requiere de la configuración previa de parámetros como la nitidez, el contraste o el perfil de color al gusto del usuario y en base a sus necesidades.
O todo o nada. Víctimas de los extremos, algunos fotógrafos llevan en sus bolsas menos equipo del que necesitan o más del que realmente van a usar. Tanto los que pecamos de exceso al meter en la bolsa hasta el último filtro como los que prescindimos hasta de un paquete de pilas de reserva vamos mal. No hay que pasarse ni tampoco hay que quedarse cortos.
Las sensibilidades altas, no hay que temerlas. Que los valores ISO más altos interfieren en la imagen en forma de ruido electrónico es un hecho. Sin embargo, ni todos los conceptos de ruido son iguales ni todas las cámaras son iguales. Muchos fotógrafos siguen estancados en planteamientos de hace tres o cuatro años, cuando pasar de 800 ISO con una réflex de gama alta era una locura, y sólo por miedo no explotan las posibilidades de las cámaras actuales.
Con una cámara réflex se puede hacer de todo; las compactas no valen para nada. Si cada foto tiene su focal, cada escena tiene su cámara. Es cierto que las réflex suelen ofrecer mejor calidad y prestaciones, pero hay situaciones en las que una pequeña compacta no tiene rival, como en los macros, o los «robados», o cuando nos vemos obligados a cargar con el equipo durante mucho tiempo.
Si sirve para navegar, el monitor de nuestro PC también sirve para ver y editar fotos. No todos los monitores son iguales ni todas las salas tienen la misma luz. Editar o visualizar una imagen en un portátil no es como hacerlo en la pantalla de 30 pulgadas de un PC de escritorio. Además siempre tenemos que tener perfectamente calibrados los mismos para poder obtener una imagen real o lo más cercana posible a la realidad. No tener en cuenta estos detalles puede llevar a una enorme frustración al imprimir las fotos o visualizarlas en otros monitores.
El enfoque manual es sólo para puristas. Inmersos en la época del autofoco, el enfoque manual es un plan B que muchos han olvidado por completo. Como ocurre con las cadenas del coche, que sólo nos acordamos de ellas cuando tratamos de sobrevivir a un temporal de nieve (y es entonces cuando nos damos cuenta de que no las sabemos colocar), este modo de enfoque ha de formar parte de nuestro repertorio fotográfico.
Fuente: quesabesde.com