Protagonistas exclusivas de su propia emancipación, a veces en las calles, a veces en sus casas, las mujeres transformaron profundamente la sociedad del siglo XX. Su Primer paso de gigante fue la obtención de derecho al voto, tan reclamado por las sufragistas desde hacía décadas, y conseguido a lo largo de la primera mitad del, siglo en la mayor parte de Occidente. La participación en la vida política vino acompañada de una mayor alfabetización y de la tímida entrada en las universidades. Mientras empezaban a ser reconocidas como sujetos activos, el mundo se enzarzaba en dos terribles contiendas y Rusia instauraba el primer régimen socialista de la historia. La marcha de los hombres al frente y las políticas igualitarias en las URSS permitieron la incorporación de muchas mujeres a la vida económica y un incremento de su peso social, lo que, a su vez repercutió en los valores y en la moda: el trabajo no siempre era compatible con los cabellos largos y tan difíciles de cuidar, ni con las falcas que casi llegaban al suelo.

Aunque se pretendía que la «movilización» de las mujeres fuese temporal -y, de hecho, muchas volvieron a sus hogares- el rol que jugaron en esos años de guerra cambió la historia. Su incorporación gradual al mercado laboral era ya inevitable, y contribuyó a su liberación. Con el desarrollo económico occidental, los hogares se llenaron de lavadoras, aspiradoras y neveras que facilitaron las tareas de la casa. El servicio doméstico se redujo drásticamente, y tanto la mujer obrera como la burguesa pasaron a ocuparse del, hogar: nació la figura de la solícita esposa-madre.

Pero los revoltosos 60 despertaron a las feministas, que compartieron protagonismo con estudiantes, pacifistas y antirracistas. Con la difusión de El l segundo sexo (1949), donde Simone de Beauvoir defendía la diferencia en la igualdad, tomó fuerza la batalla contra la discriminación en el ámbito legal, económico y sexual. La mujer empezaba a disponer de su propio cuerpo, en tanto que la difusión de la píldora (1960) desvinculaba la sexualidad de la función reproductiva y allanaba el camino de la liberación sexual. Las costumbres se relajaron y las faldas subieron varios centímetros más. El feminismo alcanzó su cénit a mediados de los 70, pero la legalización del aborto y otras de sus comandas aún están por conseguir en muchos países. A pesar de que ha alcanzado las más altas dignidades políticas, la mujer continúa hoy siendo más pobre, más ignorante y víctima de agresiones y vejaciones exclusivas de su género, como la explotación sexual, la violencia de género y la mutilación genital. Aunque subsisten numerosos problemas, especialmente en os países menos desarrollados, los avances son, en todo caso, incuestionables. Algunas mujeres lo demostraron, cámara en mano, tomando un protagonismo artístico que en siglos anteriores se les hubiera negado.

No es fruto de la Casualidad que el siglo XX haya alumbrado a excelentes fotógrafas. La espontaneidad del arte de la fotografía, con grandes maestros autodidactas y sin rígidas estructuras dominadas por el hombre, no presentaba las barreras habituales. Las féminas hallaron un espacio más libre y accesible en esta disciplina artística. Y supieron responder con trabajos de extraordinaria calidad, que superaron a los de muchos de sus contemporáneos del sexo opuesto. Dorothea Lange, Margaret Bourke-White, Tina Modotti, Lee Miller, Dora Maar, Gerda Taro, Diane Arbus, Mary Ellen Mark… son sólo algunos de sus nombres. Sus vidas revelan que no se salvaron de las dificultades adicionales de ser mujer. Sin ir más lejos, la estadounidense Lee Miller empezó como modelo de fotógrafos. Y aunque fue un ejemplo de mujer emancipada y moderna en su época, abandonó la profesión a los cuarenta años para dedicarse al cuidado de su familia.

Dorothea Lange fue la pionera de estas artistas de primer nivel. Su excepcional trabajo documental para la Farm Security Administrotion –organismo encargado de la remodelación del sector agrario en Estados Unidos, el cual encargó a varios fotógrafos de prestigio un estudio sobre las áreas rurales durante la Gran depresión- recoge la situación de mujeres sumidas en la miseria, que, a través de su objetivo, nunca pierden la dignidad. Compatriotas de Lange, Margaret Bourke-White y Lee Miller escogieron otra senda, la del naciente fotoperiodismo. Con la aparición de la cámara Leica de pequeño formato, las noticias gráficas, antes estáticas y formales, se convirtieron en impresiones marcadas por la visión del artista. Bourke-White contribuyó a esta renovación desde la revista Life. Suya fue la primera portada de la publicación en 1936 (dedicada a una enorme presa que se estaba construyendo en la ciudad de Montana) y numerosos reportajes sobre la Segunda Guerra Mundial y la vida de las Fábricas. Fue la primera mujer acreditada como corresponsal de guerra.

Con pareja audacia, Miller estuvo entre los primeros-fotoperiodistas que entraron en los campos de concentración de Buchenwald y Dachau. Publicó en la revista Vogue impactantes imágenes de las mujeres durante la guerra (1939-1945), aunque supo captar también el rostro más agradable de la realidad como retratista de personalidades de su tiempo, de Picasso a Marlene Dietrich.

Otras miradas femeninas que han dejado huella son las de la italiana Tina Modotti, con sus trabajos de denuncia social y su retrato de México después de la revolución del 1910; la de la alemana Gerda Taro compañera de Robert Capa y uno de los testimonios más conmovedores de la guerra civil española, antes de morir atropellada por un tanque republicano; o la de la estadounidense Diane Arbus, brillante retratista de la diferencia, la marginalidad y la extravagancia.

La visión masculina sobre el tema la aportan, en este libro, Henri Cartier-Bresson y Steve MeCurry. El primero supo captar en el «instante decisivo»-la célebre expresión acuñada por él mismo en el libro “Images á fo sauvette” -retazos de cotidianeidad que revelan la transformación social acontecida durante el siglo XX. El segundo, con sus trabajos más recientes en el Tercer Mundo, nos recuerda que la mujer sigue siendo el segundo sexo en demasiadas estadísticas, y víctima de los conflictos bélicos en todo el mundo.

En esta selección de fotografías, Lange, Bourke-White, Cartier-Bresson, Miller y McCurry proporcionan una privilegiada mirada sobre «el siglo de las mujeres», ilustrando con algunas de sus mejores tomas la revolución femenina, sin duda la más trascendental del siglo XX.

 

 

 

Henri Cartier-Bresson

(1908-2004)

Inicialmente dedicado a la pintura, el francés Cartier-Bresson publicó su primer reportaje gráfico en 1932 en la revista Vu. Más tarde trabajó para Life y Paris-Match, y en el cine como ayudante de Jean Renoir. Movilizado, cubrió la Segunda Guerra Mundial para el ejército francés y cayó prisionero de los nazis, de los que logró huir tras 36 meses de reclusión y dos intentos fallidos de fuga. Fundador de Magnum en 1947-junto con Capa, Seymour y Rodger-, realizó para la célebre agencia reportajes en numerosos países del mundo. En 1952 se consagró con Images à la souvette (prologado por él mismo con su doctrina sobre “el instante decisivo”). En 1970 abandonó la fotografía para volver a la pintura y el dibujo, a las que se dedicó hasta su muerte, en 2004.

 

 

Steve McCurry

(1950)

El fotoperiodista Steve McCurry nació en Filadelfia (Estados Unidos). Tras trabajar durante dos años en un periódico, se estableció como free-lace y comenzó a viajar. En calidad de independiente, y más adelante como fotógrafo de Magnum, ha recorrido el mundo, especialmente Asia, dejando testimonio de sus conflictos y su realidad social. Su cobertura de la invasión rusa de Afganistán con una cámara oculta entre sus ropas le valió el Premio Robert Capa de Fotografía en 1980. Galardonado con numerosos premios más, ha publicado en revistas tan prestigiosas como National Geographic. También es conocido mundialmente por sus dos retratos de una misma refugiada afgana, Sharbat Gula, con un espacio de 17 años entre ambos.

 

 

Dorothea Lange

(1895-1965)

Estadounidense de origen alemán y pionera entre las mujeres fotógrafas, Dorothea Lange abrió estudio propio en 1919 en la ciudad de San Francisco para dedicarse al retrato. Su carrera dio un giro inesperado al entrar a trabajar para la Farm Security Administration de Estados Unidos (Administración para la seguridad agraria), a fin de documentar el problema social del sector primario durante la Gran Depresión, que se prolongó durante toda la década de 1930. La fotógrafa mostró la miseria y el sufrimiento de su país en Migront Mother y An American Exodus (1939). Destacan también sus reportajes sobre la mano de obra sudamericana y negra en las Fuerzas Armadas, así como su colaboracion con la revista Life en los años 1954-1955.

 

 

Margaret Bourke-White

(1904-1971)

Alumna de Clarence H. White en su Nueva York natal, Margaret Bourke-White empezó su trayectoria profesional colaborando en agencias publicitarias y en la revista Fortune, para la que realizó trabajos de fotografía industrial. Miembro del equipo fundador de Life, allí publicó durante tres décadas sus imágenes más célebres, muchas de ellas como corresponsal de guerra -fue la primera mujer fotógrafa acreditada como tal- durante la Segunda Guerra Mundial. Colaboró en el libro You have seen their faces (1937), escrito por su esposo, el novelista Erskine Caldwell, sobre los aparceros en Estados Unidos. También conjuntamente con su marido publicó Say Is This the USA? (1942). Por problemas de salud, en 1957 abandonó la fotografía. En 1963 vio la luz su autobiografía, titulada Portrait of Myself.

 

Lee Miller

(1907-1977)

Al inicio de su carrera, Miller se dedicó a la fotografía documental y publicitaria. En 1929, la fotógrafa estadounidense -nacida en Poughkeepsie (Nueva York)- viajó a París, donde tomó contacto con los surrealistas. En la capital francesa fue modelo, discípula y también amante de ManRay, con quien descubrió el proceso de solarización. En 1929 se trasladó al Reino Unido y comenzó a trabajar para Vogue, revista en la que publicó sus brillantes fotorreportajes como corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, Miller sobresalió como retratista: dejó más de un millar de fotografías de su amigo Pablo Picasso-ilustró las biografías escritas por su marido, Roland Penrose, sobre el pintor- y de otras personalidades destacadas.

Maestros de la Fotografía es una obra original de Estudi Cases, Buenos Aires (Argentina) ©2008 Estudi Cases. Todos los derechos reservados. ISBN 978-84-9899-099-7 (obra completa); 978-84-9899-109-3 (de este libro). Depósito legal TO-0012-2009. Impreso en la UE. Idea original Joan Ricart. Coordinación Mar Valls. Redacción Vicente Ponce, Joan Soriano. Diseño Susana Ribot. Maquetación Clara Miralles.