Una foto puede ser algo banal, un disparo con el móvil en la playa, pero también un momento extraordinario. Hay muchos profesionales y aficionados capaces de afrontar cualquier riesgo por atrapar lo imposible. De hecho, hace solo unos días os contábamos en este blog el caso de los locos rusos que habían trepado a lo alto de la pirámide de Keops. ¿Cómo alguien puede jugarse la vida o la cárcel para conseguir una instantánea desde lo alto de una pirámide?

Esta historia tiene ese mismo punto de incredulidad. ¿Cómo alguien puede arder literalmente sobre un manto de lava para asegurarse la mejor toma? El protagonista de hoy es Kawika Singson, el hombre al que ven con sus zapatillas y su trípode ardiendo.

Singson es un fotógrafo de paisajes con residencia en Kailua-Kona, Hawaii. Confiesa que, durante años, ha fotografiado la isla desde casi todos los puntos de vista, a menudo en lugares inaccesibles para sus vecinos o para los turistas. La imagen que encabeza estas líneas se tomó el pasado 4 de julio en un lugar que Singson no quiere concretar (parece que prefiere mantener el secreto los escenarios de su trabajo.”No me gusta descubrir mis lugares”, dijo).

Se trata de un autorretratro único, genuino según insiste su autor. Real. Las llamas. La lava. Las zapatillas abrasadas. Apenas pudo resistir unos segundos para conseguir el retrato del horizonte que perseguía y también su propia imagen en ese entorno.

El gesto de Kawika muestra en efecto ese punto de obsesión que exige el trabajo en su versión más exigente. Ocurre en muchos campos, pero especialmente en la fotografía de naturaleza, cuando lo extraordinario no suele estar en los caminos más transitados.

Fuente: https://fotocastalla.wordpress.com/