Aunque los océanos cubren tres cuartas partes de la superficie terrestre, sorprende descubrir el escaso espacio que ocupan en los catálogos de los grandes maestros de la fotografía. A pesar de esta valoración marginal, el mar fue el escenario de los primeros encuadres de noveles Henri Cartier-Bresson, Ansel Adams y Jose Koudelka; de la madurez profesional del padre de la fotografía norteamericana Alfred Stieglitz en El entrepuente (1911) y del mejor reportero de todos los tiempos, Robert Capa, en el desembarco de Normandía; y de la decadencia del magnífico maestro californiano Edward Weston, reflejada en sus últimas y sombrías fotografías de Point Lobos (en la costa central de California).

Fueron los británicos, dueños de la más poderosa flota del mundo, los primeros que en el siglo XIX fotografiaron temas relacionados directamente con el mar. Ser William Henry Fox Talbot y David Octavius HiII retrataron a los pescadores y sus familias junto a sus barcas, John Dillwyn Llewllyn fotografió las playas y el litoral, el reverendo Calvert Richard Jones documentó el puerto de Londres, y Robert Howlett, la construcción del vapor Great Eastern. No es casualidad que en Gran Bretaña se constituyeran la Nautical Photo Agency, la primera compañía fotográfica dedicada a los temas náuticos, y la Francis Frith and Co., agencia especializada en fotografía de viajes que tenía una división dedicada exclusivamente a las actividades marítimas. Sin embargo, el mérito de convertir los paisajes marítimos en motivos fotográficos de gran aceptación popular corresponde a un francés, el inquieto Gustave Le Gray, pintor, maestro de Nadar y una de las primeras voces en reclamar para la fotografía la categoría de arte. Sus célebres marinas, fruto de su domino de las técnicas fotográficas del momento, inspiraron incluso a Claude Monet, el padre del impresionismo.

Sólo a finales del siglo, los avances técnicos permitieron subir las cámaras abordo de las naves y re¬gistrar la vida en alta mar con las suficientes garantías de calidad. Gracias a ello, la fotografía apare¬ estrechamente vinculada a las exploraciones, esencialmente marítimas, del estadounidense Robert E. Peary al Polo Norte y del británico Robert F. Scott (fotografiada por Herbert Pointing) y del australiano Ernest Shakleton (registrada por Frank Hurley) al Polo Sur. Asimismo, el naturalista estadounidense Rey Chapman Andrews pudo embarcarse y documentar la caza de ballenas, una actividad envuelta en el imaginario épico del siglo XIX desde que el neoyorkino Herman Melville la inmortalizara en la célebre novela Moby Dick.

Los fotógrafos de California también encontraron en las aguas del océano Pacífico una constante fuente de inspiración. Así lo demuestra la personalísima obra de la fotógrafa Anne W Brigman, una pictorialista simbólica cuyos conocidos desnudos femeninos aparecen normalmente acompañados por el agua en forma de objetos o escenarios como estaques naturales o rincones del escarpado litoral californiano. EI mar también sirvió a Edward Weston para componer sus fascinantes bodegones de conchas, captar los abstractos planos de rocas erosionadas por las olas y transmitir la decadencia física mediante sus atormentados paisajes de la costa.

Nacido en San Francisco, el gran maestro de la fotografía de paisajes, Ansel Adams, dedicó a la amplitud del océano excelentes fotografías. Conocido mundialmente por sus trabajos sobre el Parque Nacional de Yosemite y su labor de protección de las grandes reservas naturales de Etados Unidos, Adams aprendió a observar los efectos de la gradación de la luz mientras admiraba la inmensa bahía de San Francisco. En su incontestable maestría, supo además trasladar en el laboratorio la esencia y los efectos de los diferentes estados físicos del agua en sus poderosos paisajes de tierra adentro. Fue el inventor del «sistema de zonas”, un método de exposición y revelado que dividió la gradación de luz de una escena en once zonas diferentes, de blanco al negro. Esto permitía a Adams visualizar con precisión los diferentes niveles de gris en la fotografía final y aumentar o disminuir la ex¬posición según la intensidad de gris que quería fijar como punto de referencia. Figura colosal de la historia de la fotografía, fue también cofundador del grupo f/64, junto con Edward Weston, Imogen Cunningham y otros fotógrafos californianos. Como una muestra de agradecimiento, Adams –maestro de Minor White, Harry Callahan o Thomas Joshua Cooper, quienes también convirtieron el agua en fuente de creatividad- pasó las dos últimas décadas de su vida en una casa en la playa de Carmel, en la costa de California, a la orilla del océano que le vio nacer.

Acaso sea el parisino Édouard Boubat el que tenga más imágenes con el mar como telón de fondo de entre todos los grandes fotógrafos humanistas franceses. Cámara en mano, comenzó a viajar por el mundo en 1949 y realizó reportajes en los cinco continentes. Sus trabajos se distinguen por sus simples y a la vez ajustados encuadres, por su ausencia de artificio y por su capacidad de captar, incluso en los lugares más miserables del planeta, instantáneas de concepción pictórica clásica, intemporal de una poesía, una alegría y una esperanza inefables. Ante el efecto que provocan sus imágenes, el poeta Jacques Prévert no dudó en identificarle como un “corresponsal de la paz”. En muchos de sus viajes, Boubat se topó con el mar. Todas las distintas manifestaciones de este encuentro acaso se sintetizan en la conocida foto que obtuvo en Nazaré, Portugal, y que ilustraba la cubierta de este libro: un padre, con su hijo dormido en brazos, contempla el oleaje.

También el francés Philip Plisson, uno de los maestros actuales de la fotografía de género náutico convertido décadas antes en arte por el británico Frank Beken y, sobre todo, por el australiano Allan Villiers. Nacido en el interior de Francia, Plisson descubrió en la Bretaña su vocación marinera animado por su padre, un enamorado de la navegación a vela, pronto se convirtió en un avezado patrón, aunque no emprendió su carrera fotográfica hasta la edad de 27 años. Desde entonces, la combinación de sus grandes pasiones, el mar y la fotografía, culminó en una trayectoria llena de éxito y que le llevó a publicar numerosos libros. Fotógrafo de referencia en temas náuticos, su obra está repleta de encuadres monumentales y planos de gran potencia visual, en los que el mar aparece en todo su esplendor.

 

 

Édouard Boubat

(1923-1999)

Antes de iniciarse como fotógrafo free-lance y darse a conocer con la obra La niña con hojas muertas, el parisino Èdouard Boubat aprendió fotomecánica en la Escuela Estienne (1938-1942) y trabajó en un estudio de fotograbado. En 1947 recibió el premio Kodad del Salón Internacional de Fotografía de París y empezó a codearse con profesionales como Robert Doisneau, Willy Ronis y otros fotógrafos humanistas. Enamorado de su ciudad natal, en esos años registró con su cámara la vida cotidiana de la capital francesa. Durante casi dos décadas publicó reportajes en la revista Réalités, lo que le permitió viajar por los cinco continentes. Mas tarde inició su colaboración con la agencia Top/Rapho. En 1984 obtuvo el Premio Nacional de Fotografía de Francia.

 

Ansel Adams

(1902-1984)

De naturaleza inquieta y formación autodidacta, este fotógrafo estadounidense nacido en San Francisco (California) iba para concertista de piano cuando a los 14 años,tras unas vacaciones de verano, decidió dedicar su vida a fotografiar la privilegiada belleza del parque nacional de Yosemite. Integrante del grupo f/64, fundó los departamentos de fotografía del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York y de la California School of Fine Arts. Admirado por sus fotografías de las reservas naturales de Estados Unidos y respetado por su insobornable conciencia medioambiental, fue objeto de merecidos honores oficiales. Experto técnico de laboratorio, impartió clases y concibió una depurada técnica de exposición y revelado conocida como «sistema de zonas».

 

Philip Plisson

(1947)

Crecido en las riberas del río Loire, en las regiones francesas de Sologne y Beauce, desde pequeño pasó temporadas en La-Trinité-sur-Mer, localidad del sur de la Bretaña francesa a la que se trasladaría a vivir a principios de los años 80. Desde que empezó a dedicarse a la fotografía, la costa ventosa y tormentosa de la Bretaña ha sido uno de sus blancos preferidos de sus instantáneas, si bien Plisson ha viajado por todo el mundo. Dedicado por completo a la fotografía marina, su libro más conocido es La mer.

 

Maestros de la Fotografía es una obra original de Estudi Cases, Buenos Aires (Argentina) ©2008 Estudi Cases. Todos los derechos reservados. ISBN 978-84-9899-099-7 (obra completa); 978-84-9899-119-2 (de este libro). Depósito legal TO-0022-2009. Impreso en la UE. Idea original Joan Ricart Coordinación Mar Valls. Redacción Vicente Ponce, Joan Soriano. Diseño Susana Ribot. Maquetación Clara Mirones.