Década rebelde y efervescente, la de los sesenta fue una etapa de esperanzas y de profundos cambios en el mundo occidental. A su fin, la sociedad había experimentado una transformación irreversible: la liberación sexual -impulsada por la comercialización de la píldora en 1960 en Estados Unidos-, las conquistas en el campo de los derechos civiles, la emancipación de la mujer y nuevas formas de entender el mundo habían Logrado abrirse camino.

Fueron años de prosperidad y de mejora del nivel de vida en los países industrializados, con Estados Unidos en cabeza y el Viejo Continente alejándose a grandes zancadas de las penurias de la posguerra. La vida se hizo más amable, se desarrolló el Estado del Bienestar y la sociedad de consumo entró en su apogeo. La bonanza daba alas al ocio y con la revolución de los Beatles, la música experimentó un boom sin precedentes. Lo mismo ocurrió con el cine, la televisión y la prensa ilustrada, la cual dio salida a la obra de muchos fotógrafos de la época, con imágenes ya en color. La moda reflejará también esta sociedad cambiante, que se entusiasma con la minifalda popularizada por Mary Quant, impensable años antes. La melena y las curvas de Marilyn, fallecida en 1962, dejaron paso a una nueva estética encarnada por la modelo británica Twlggy, con su físico enjuto, pelo corto y aspecto aniñado.

Pese a acontecimientos tan relevantes como la construcción del muro de Berlín (1961), el conflicto de Vietnam o la guerra de los Seis días (1967), los años 60 fueron más distendidos en las relaciones internacionales que la década anterior. La mayoría de países africanos alcanzaron la independencia, muchos por la vía pacífica, pese a casos sangrientos como el de Argelia. La Guerra Fría entró en una fase de “coexistencia pacífica”, aunque las muestras de distensión entre ambas superpotencias se alternaron con episodios de extrema tirantez, como la crisis de los misiles (1962), que siguió recordando al mundo la amenaza nuclear. La disputada carrera espacial llevó al primer hombre, el ruso Yuri Gagarin, al espacio (1961) y a los estadounidenses Armstrong y Aldrin a pisar la mismísima Luna (1969). El espíritu renovador de Kennedy -defendió los derechos civiles e implantó programas sociales, educativos y económicos en Estados Unidos y en más de cuarenta países subdesarrollados- irritó a los sectores más conservadores de su país. Su asesinato conmocionó al mundo y aún no ha sido completamente esclarecido. En su lucha por la libertad cayó también asesinado Martin Luther King, líder del Movimiento por los Derechos Civiles y Nobel de la Paz en 1964.

A lo largo de la década otros movimientos contraculturales se sumaron a las protestas contra la discriminación racial. Deseosos de cambiar el mundo, los jóvenes occidentales exhibían su rebeldía contra el orden establecido y los valores dominantes. Surgieron los hippies, convencidos pacifistas y antirracistas, que preconizaron la vuelta a la naturaleza y la experimentación con drogas como la marihuana o el LSD. Feministas, antibelicistas, homosexuales…, todos se hicieron oir en las calles.

El Sesenta y Ocho fue la culminación de esta revolución cultural. Las primeras protestas de los estudiantes de Berkeley (California), que en 1964 reclamaron su intervención en la metodología de enseñanza, prendieron la mecha; el envío de tropas estadounidenses a Vietnam atizó el fuego. El movimiento saltó a Europa, donde se manifestó con mayor contundencia, especialmente en Alemania, Italia y Francia. El Mayo Francés es el episodio más representativo de una revuelta que no llegó a verdadera revolución pero dejó su huella. La Primavera de Praga bebió de las mismas fuentes, pero también en Checoslovaquia la nueva izquierda fue aplastada, en ese caso por los tanques soviéticos.

Indudablemente, el espíritu de los sesenta resultó muy seductor para el objetivo de las cámaras. La fotografía había seguido la senda de la propia sociedad: cansada de la barbarie acontecida durante la Segunda Guerra mundial y deseosa de recuperara las personas en su cotidianeidad, se había decantado por el lado humanista. Prefirió concentrarse en “los seres humanos sin uniforme”, en palabras del fotógrafo suizo Werner Bischof. La celebrada exposición The Family of Man organizada por Edward Steichen en el MoMA de Nueva York en 1955, con más de 500 imágenes de diferentes artistas, supone la consolidación de esta tendencia artística que continúa a lo largo de los sesenta. La fotografía comienza a disfrutar en esa década de una mayor divulgación e inicia su desarrollo en el Tercer Mundo. En los paises occidentales experimenta un proceso de comercialización, impulsado también por la llegada del color. Como consecuencia de la mayor demanda informativa, la actualidad pasa a marcar los temas y el ritmo ce trabajo de muchos profesionales. Predominarán, pues, los fotorreporteros en el lugar de los artistas, e incluso irrumpirán los paparazzi o fotógrafos de la prensa rosa.

París fue protagonista y foco de la fotografía humanista, a la que se adscribieron Henri Cartier-Bresson y Marc Riboud. El primero se encontraba en los sesenta ya al final de su carrera como fotógrafo profesional. En 1970 colgó definitivamente la cámara, no sin antes retratar a su ciudad preferida en ebullición, en ese mayo parisino que pasó a la historia. También el francés Bruno Barbey presenció los, acontecimientos y publicó sus mejores fotos en el libro Mayo del 68. Barbey destaca, asimismo, por, sus trabajos sobre diferentes países africanos y europeos, y en especial por su célebre Los italianos, del que aquí se ofrecen algunas muestras. Con un estilo claramente afín a Cartier-Bresson pero de una generación posterior, Marc Riboud también ha retratado a menudo París. A su vez, ha viajado por numerosos países del continente asiático y fotografió un Vietnam sumido en la guerra, así como las protestas que generó la intervención militar en Estados Unidos.

Algunas aportaciones del inclasificable Josef Koudelka se sitúan en la vertiente más social de la fotografía. Buena muestra de ello es su trabajo sobre los gitanos, ampliamente difundido, aunque el fotógrafo checo también ha firmado célebres fotorreportajes como el de la Primavera de Praga. En el extremo opuesto se halla Elliott Erwitt. “Prefiero ser divertido a ser trágico”, mantiene el fotógrafo estadounidense. Dotado de gran sentido del humor, su obra captó magníficamente la esencia de la década, en imágenes donde asoma con frecuencia la ironía. Los artistas elegidos supieron, como muestra este libro, dejar testimonio de la intensidad y la frescura de esos años y de la transformación que tuvieron oportunidad de vivir.

Pacifista en una manifestación contra la guerra de Vietnam – Dennis Stock, 1968

Escuchando a De Gaulle, Francia – Henri Cartier-Bresson, 1961

Partida de damas, Estados Unidos – Henri Cartier-Bresson, 1960

Aparcamiento, Estados Unidos – Elliot Erwitt, 1960

Nightclub, Chicago, Estados Unidos – Elliot Erwitt, 1962

Muro de Berlín, República Federal Alemana – Henri Cartier-Bresson, 1962

Jóvenes de los 60, Italia – Bruno Barbey, 1964

En familia, Estados Unidos – Elliot Erwitt, 1962

Lolita y la Iglesia, Italia – Bruno Barbey, 1964

Familia Motorizada, Palaermo, Italia – Bruno Barbey, 1966

Defensa del Pentágono, Estados Unidos – Marc Riboud, 1967

Flores contra bayonetas, Estados Unidos – Marc Riboud, 1967

El Mayo Francés, París, Francia – Bruno Barbey, mayo de 1968

La Sorbona, París, Francia – Henri Cartier-Bresson, mayo de 1968

Bañistas en la orilla – Elliott Erwitt, 1968

Final de la Primavera de Praga, Checoslovaquia – Josef Koudelka, 21 de agosto de 1968

Enfrentamientos, Praga, Checoslovaquia – Josef Koudelka, agosto de 1968

Muro de Las Lamentaciones, Jerusalén – Marc Riboud, 1959

Refugiado palestino, Jordania – Bruno Barbey, 1969

Tropas entrenando, Vietnam del Norte – Marc Riboud, 1969

Imitando a los mayores, Vietnam del Norte – Marc Riboud, 1969

Desfile de Courrèges, París, Francia – Henri Cartier-Bresson, 1969

 

Henri Cartier-Bresson

(1908-2004)

Inicialmente dedicado ala pintura, el francés Cartier-Bresson publicó su primer reportaje gráfico en 1932 en la revista Vu. Más tarde trabajó para Life y Paris-Match, y en el cine como ayudante de Jean Renoir. Movilizado, cubrió la Segunda Guerra Mundial para el ejército francés y cayó prisionero de los nazis, de los que logró huir tras 36 meses de reclusión y dos intentos fallidos de fuga. Fundador de Magnum en 1947 -junto con Capa, Seymour y Rodger-, realizó para la célebre agencia reportajes en numerosos países del mundo. En 1952 se consagró con Images à la souvette (prologado por él mismo con su doctrina sobre “el instante decisivo”). En 1970 abandonó la fotografía para volver a la pintura y el dibujo, a los que se dedicó hasta su muerte en 2004.

 

 

Elliott Erwitt

(1928)

Hijo de emigrantes rusos, nació en París y vivió en Milán hasta que su familia se trasladó a Estados Unidos en 1939, huyendo del fascismo. Elio Romano Ervitz –su verdadero nombre- se dedicó en sus inicios al retrato. En 1953 entró en Magnum como colaborador y presidió la agencia entre 1966 y 1969. Son mundialmente conocidas sus series monográficas sobre perros, edificios de Estados Unidos y Marilyn Monroe, entre otras. Fue nombrado fotógrafo de la Casa Blanca y colaboró en las revistas Look, Life y Holiday. A lo largo de toda su carrera ha realizado numerosos trabajos en moda y publicidad. También ha dirigido varios documentales y películas de cine, y producido programas de televisión.

 

 

Bruno Barbey

(1941)

Francés nacido en Marruecos, estudió fotografía y diseño gráfico en Suiza. En uno de sus primeros trabajos captó el espíritu italiano, recogido en su libro Los Italianos. En los 60 documentó para la editorial suiza Editions Rencontre la realidad de diferentes países de África y Europa. Destacan sus libros sobre Marruecos, Polonia y Portugal. Empezó a colaborar en Magnum en 1964, y desde 1968 es miembro de la agencia. También ha publicado en Vague regularmente. Aunque siempre ha rechazado la etiqueta de “corresponsal de guerra”, ha cubierto numerosos conflictos bélicos en todo el mundo: Vietnam, Oriente Medio, Kuwait e Irak, entre otros. Su trabajo ha merecido la Orden al Mérito Nacional de Francia.

 

 

Marc Riboud

(1923)

Nacido en Lyon, Marc Riboud se destacó desde joven por su compromiso político. Activo miembro de la Resistencia francesa contra la ocupación nazi, estudió ingeniería entre 1945 y 1948, profesión que ejerció hasta 1952. En esa fecha, este fotógrafo autodidacta ingresó como autónomo en la agencia Magnum -de la que llegaría a ser vicepresidente entre 1975 y 1976- y se trasladó a París. Autor de numerosos reportajes de actualidad, sus trabajos más populares son los realizados sobre la vida cotidiana en Extremo Oriente. Su habilidad para captar momentos de belleza efímera y su agudo sentido de la composición le han permitido crear algunos de los íconos fotográficos más conocidos del siglo XX.

 

 

Josef Koudelka

(1938)

Natural de una pequeña localidad morava, este profesional checo fue ingeniero aeronáutico antes de dedicarse a la fotografía. Tras unos primeros trabajos de carácter experimental se dedicó a la fotografía de piezas teatrales, antes de decantarse por el documentalismo social, en el que sobresalió por su trabajo sobre los gitanos. En 1970, dos años después de fotografiar los sucesos de la Primavera de Praga, abandonó Checoslovaquia y vivió exiliado en Londres y París. Miembro de la agencia Magnum desde 1974, se ha dedicado a viajar por Europa y otros continentes recogiendo estampas inquietantes de la marginación y de la vida diaria. A partir de los años 90 su trabajo se ha orientado hacia la fotografía de parajes desolados, captados con cámaras panorámicas.

Maestros de la Fotografía es una obra original de Estudi Cases, Buenos Aires (Argentina) ©2008 Estudi Cases. Todos los derechos reservados. ISBN 978-84-9899-099-7 (obra completa); 978-84-9899-109-3 (de este libro). Depósito legal TO-0012-2009. Impreso en la UE. Idea original Joan Ricart. Coordinación Mar Valls. Redacción Vicente Ponce, Joan Soriano. Diseño Susana Ribot. Maquetación Clara Miralles.