Pocas imágenes han llenado tantas páginas de la prensa como las que hacen referencia a la tragedia de los refugiados. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el número de refugiados -personas que han de abandonar su país forzosamente porque están perseguidas por cuestiones de raza, religión o creencias políticas- se multiplicó con los procesos de descolonización y los ajustes de fronteras entre los nuevos países y la lucha por el poder entre etnias. Aunque causas naturales como las sequías han obligado a las comunidades más pobres de la Tierra a emprender el camino de la emigración forzosa, las guerras son la causa principal de una imagen que se repite a lo largo del siglo XX: miles de seres rumanos, temerosos y desamparados, abandonan sus hogares con unas pocas pertenencias en busca de refugio y a menudo son confinados en condiciones inhumanas en enormes campamentos improvisados, mal acondicionados y sin servicios básicos, donde perecen víctimas del Hambre y de las enfermedades.

Acaso las primeras fotografías que conmovieron al mundo sobre el drama de los refugiados fueron las que se tomaron durante la segunda guerra anglo-bóer (1899-1902), cuando el alto mando británico reunió a las familias de los rebeldes en campos vigilados para «evitar que les atacaran los cafres”. De los 27.000 bóers que perecieron en estos campos 22.000 eran niños, que murieron por la insidia de sus «protectores» Una fotografía del esquelético cuerpo de la niña bóer Lizzie conmocionó a la sociedad victoriana. De hecho, como se advierte al repasar las página de este libro, los niños son el colectivo que más aparece ante el objetivo de los fotógrafos que han documentado el drama de los refugiados.

Años más tarde, la Primera Guerra Mundial también suministró imágenes de miles de civiles que avanzaban por la carretera con sus posesiones huyendo de la contienda. Sin embargo las fotografías de los campos de refugiados empezaron a formar parte del fotoperiodismo moderno con el fin de la Guerra Civil Española. Robert Capa, el más conocido de los reporteros de guerra de la historia, cubrió el conflicto fratricida español en diferentes momentos y se encontraba en Barcelona en los primeros meses de invierno de 1939, poco antes de que terminara la guerra. Capa figura entre los primeros fotógrafos que documentó para el resto del mundo el camino del exilio de centenares de miles de españoles. Al llegar a la frontera, y después de ser desarmados por los gendarmes franceses, los soldados republicanos fueron recluidos en enormes campos como el de la playa de Argelès-sur-mer. A mediados de marzo de 1939, el fotorreportero húngaro visitó y fotografió este campamento, donde se concentraban 80.000 hombres en condiciones lamentables, hacina¬dos en tiendas y barracas improvisadas, sin agua corriente y víctimas de las enfermedades.

Ya durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, enfrentado con Japón, mantuvo hacia los estadounidenses de origen japonés una marcada desconfianza. Todos los nipones eran potencialmente agentes del enemigo. Tras promulgar Franklin D. Roosevelt la orden 9066 se llegó incluso a encerrarlos masivamente en campos de retención. Dorothea Lange y otros fotógrafos activos en ese tiempo, como Ansel Adams, se opusieron a esta política y registraron con su cámara lo que le ocurría en el campo de Manzanar y en otros centros del gobierno en su país en relación a este tema, la War Recolocation Autnority (organismo encargado de la recolocación) la contrató para documentar los hechos.

La destrucción causada por la Segunda Guerra Mundial produjo una de las mayores crisis humanitarias de la historia, que no contribuyó a paliar la posterior Guerra Fría entre la URSS y los Estados Unidos. En 1950, año en que se fundó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), aún había seis millones de refugiados en el mundo, la ONU aprobó el Estatuto del Refugiado dos años más tarde. La larga lista de conflictos que ensombreció el planeta ha contribuido a que la cuestión de los refugiados continúe siendo una realidad creciente y sangrante hasta la actualidad, en que se estima que hay cerca de 32 millones.

Desde su fundación en 1947, los fotógrafos de la agencia independiente Magnum figuran entre los que más esfuerzos han dedicado a denunciar con sus instantáneas las inhumanas situaciones que atraviesan los refugiados de todas las latitudes. Herederos y continuadores del espíritu humanista que animó a los fundadores de la agencia -entre los que se contaba el propio Robert Capa-, el belga John Vink y el canadiense Larry Towell han demostrado una sensibilidad especial por este colectivo de millones de marginados de la historia.

John Vink es, desde los inicios de su carrera, un auténtico especialista que ha recorrido medio mundo recogiendo las vicisitudes y el dolor de quienes han tenido que dejar sus lugares de na¬cimiento por la fuerza. Miembro de las nuevas generaciones de Magnum, se manifiesta desencantado sobre el alcance moral de la fotografía, pero ello no le impide continuar denunciando las injusticias. “La gran cantidad de historias de odio e intolerancia, de valor y esperanza, los millones de personas que necesitan que alguien hable por ellas, constituyen otras tantas razones para fotografiarlas”, ha escrito el fotógrafo. Experto analista del fenómeno, Vink ha sabido captar las diferencias con que los anfitriones acogen a los refugiados.

Al contrario que su colega de Magnum, Larry Towell muestra un estilo más esperanzador y optimista. Tal vez por su condición de poeta y músico folk, este fotógrafo, que en sus tarjetas de visita se presenta simplemente como «ser humano”, sabe captar con especial maestría el lado más íntimo de la vida de los refugiados, a quienes incluso en las peores condiciones -como se advierte en sus trabajos sobre Palestina y EI Salvador-, atrapa en los gestos cotidianos de una humanidad más segura y estable. Lowell siempre ha mostrado un gran interés por las comunidades que, por una u otra razón, viven desterradas. En este sentido, es ejemplar su trabajo sobre los menonitas que han huido de la omnipresente tecnología de Estados Unidos y han emigrado a México o lugares remotos de Canadá en busca de una forma de vivir más compatible con su decimonónico estilo de vida.

 

 

 

Robert Capa

(1913-1954)

El mejor fotógrafo de guerra del mundo inició en Alemania su carrera, tras abandonar su Hungría natal. Endre Ernö Friedmann -su verdadero nombre- presentó sus trabajos en París bajo la identidad de un rico –y ficticio- norteamericano llamado Robert Capa.Contratado por la revista “Vu” cubrió la Guerra Civil española, donde empezó a fraguar su fama. Durante la Segunda Guerra Mundial siguió para la revista Life a las tropas norteamericanas en Europa. Su consagración llegó con las imágenes que logró tomar el “Día D” en Normandía. Cofundador de la agencia Magnum, murió al estallarle una mina en la guerra de Indochina.

 

John Vink

(1948)

Nacido en Bélgica, estudió fotografía en la Universidad de La Cambre, en Bruselas. En 1971 se inició como fotógrafo independiente. En 1986, su trabajo sobre «El agua en el Sahel» le valió el premio W. Eugene Smith, en la categoría de Fotografía Humanística. Ese mismo año ingresó en la agencia Vu, de París. En 1997 pasó a formar parte de la agencia Magnum. En 2004, en su libro Pueblos de las alturas fotografió a las comunidades que habitan las altas montañas en Guatemala, Laos y Georgia. Su cámara ha recorrido campamentos de refugiados en México, Tailandia, Pakistán, Hungría, Irak, Malawi, Bangladesh, Turquía, Sudán, Croacia, Honduras y Angola, trabajo que se tradujo en nuevos libros: Pies mojados, Tener 20 años en Phnom, Penh y Refugiados, entre otros.

 

Larry Towell

(1953)

Este fotógrafo canadiense, hijo de granjeros, se compró su primera cámara y aprendió a revelar mientras estudiaba artes visuales en la Universidad York de Toronto. En 1976, una estancia en Calcuta (India) como trabajador humanitario le animó a hacer fotos y a escribir. Sin embargo, de vuelta a casa tuvo que ejercer de maestro de música Folk para sobrevivir hasta que el 1984 empezó a trabajar como fotoperiodista free-lance. Cubrió las guerras civiles de Centro América y editó El Salvador (1997), un libro sobre la revuelta campesina en ese país. Fascinado por las comunidades sin tierras, ha publicado también Then Palestine (1999) y No Man’s Land (2005), sobre los campos de refugiados palestinos y el conflicto con Israel, y The Mennanite (2000), sobre la emigración de esta secta religiosa a México.

 

Dorothea Lange

(1895-1965)

 

Estadounidense de origen alemán y pionera entre las mujeres fotógrafas, Dorothea Lange abrió estudio propio en 1919 en la ciudad de San Francisco para dedicarse al retrato. Su carrera dio un giro inesperado al entrar a trabajar para la Farm Security Administration de Estados Unidos (Administración para la seguridad agraria), a fin de documentar el problema social del sector primario durante la Gran Depresión, que se prolongó durante toda la década de 1930. La fotógrafa mostró la miseria y el sufrimiento de su país en Migront Mother y An American Exodus (1939). Destacan también sus reportajes sobre la mano de obra sudamericana y negra en las Fuerzas Armadas, así como su colaboracion con la revista Life en los años 1954-1955.

Maestros de la Fotografía es una obra original de Estudi Cases, Buenos Aires (Argentina) ©2008 Estudi Cases. Todos los derechos reservados. ISBN 978-84-9899-099-7 (obra completa); 978-84-9899-118-5 (de este libro). Depósito legal TO-0021-2009. Impreso en la UE. Idea original Joan Ricart Coordinación Mar Valls. Redacción Vicente Ponce, Joan Soriano. Diseño Susana Ribot. Maquetación Clara Mirones.