Imaginemos que tenemos una foto de la que estamos sumamente orgullosos, de esas que demuestran que el dineral que nos hemos gastado en esa nueva y flamante cámara réflex no ha sido en vano. ¿Qué hacemos? ¿La imprimimos en papel y la dejamos degustar únicamente a un público muy selecto? ¿La guardamos en una carpeta encriptada y oculta en el más profundo rincón de un disco duro en forma de libro que astutamente camuflamos entre las obras de Robert Capa y Ansel Adams?
Ni una cosa ni la otra. La subimos a Internet, la mostramos al mundo, la compartimos con compañeros de profesión o afición, debatimos sobre ella, explicamos cómo la hemos conseguido, aprendemos de los consejos y críticas constructivas (nos enfadamos un poco con las críticas negativas, claro está) y en definitiva, le sacamos todo el provecho a la red de redes. Pero no corramos tanto, antes debemos “marcar” a nuestra bestia para poder reclamarla si a alguien se le ocurre birlárnosla para lucrarse a nuestra costa.
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Espero que os sea de utilidad.
Fuente: http://www.comolahice.com/